Ella, si ella fue la que me inspiró a crear, a ver mis ideas con el corazón, a alumbrar mi noche oscura, a poner en marcha una batería de pensamientos al papel.
Recuerdo la noche, oscura, iluminada por miles de luciérnagas a la distancia, que luego fueron ventanas, y postes de luz. La linea blanca, dividía mi vehículo en dos; mientras el viento soplaba a mis lados, lo sentía.
Salí a pescar. ¡Qué loco diría uno que desconoce de la pesca!
Pero es que los pescados comen de noche y los más grandes. Pero en fin. Lo que más me reconfortó es el saberme querido. La brisa al abrir la ventanilla del coche, acarició mis mejillas y creo un ósculo sentir en ellas. El amor es así. Era la brisa enamorada. El viento de la noche, muy jugetona.
Cuando llegué al castillo, sin torres, las olas no decían nada. La quietud era total. Las linternas a ratos a las orillas anunciaban a un posible pescador, paseante, enamorado, fantasma, no lo se..., llegué hasta donde mis cuatro ruedas lo permitían, bajé, saqué de la guantera la caña de pescar, la comida de los peces, y con mi carga sobre los hombros caminé rumbo al mar.
Sentado en una piedra intenté mirar allá donde mi vista podría llegar, ¡Imposible!
Coloque la carnada y listo, tiro al fondo, luego esperar que jalé el pez la caña. Mientras, esperaba sentí la presencia de ella, si ella la que abrió mi mente, ¿Lo recuerdan ?
Giré la vista, no había nadie. No estaba solo. Un presentimiento profundo galopaba en mi ser. Ella vigilaba mis pasos, mis movimientos, hasta mi forma de poner la carnada en el anzuelo..., ella estaba allí.